Por: Enrique Escamilla
La figura del Papa es un referente mundial de la divinidad, de Dios y de paz. Hace unos años nos tocó ver como un Papa renunciaba al cargo máximo de la iglesia, por cuestiones que solo Dios sabe. Debe ser muy difícil renunciar a un cargo divino, a ser el representante de Dios en la Tierra.
Pero llegó el Papa latino, Francisco, Jorge Mario Bergoglio, con gran carisma y sencillez, a pesar de ser argentino. Hoy está en México. Un México que tiene hambre de paz y justicia. Un país que vivió hace 5 años uno de los periodos más violentos y sanguinarios de su historia, pero que hoy ha superado esas terribles circunstancias y se mueve hacia el progreso.
Los mexicanos somos religiosos por cultura, católicos por la influencia de los conquistadores. Veneramos a la Virgen de Guadalupe e imploramos con fervor a Dios ante las adversidades. Los mexicanos tenemos fe y esperanza, y posiblemente desde la visita de Juan Pablo II, no se vivía tanta paz en el país, tanto calor de corazón, tanta unidad y fortaleza. Sin duda alguna la presencia del Papa es un respiro a las noticias diarias, que muchas veces presentan tragedias y problemas, sin embargo hoy todo México se une para hablar de paz y armonía.
Los mensajes del Papa son claros y contundentes. Promueve la sencillez, la austeridad, la humildad, la honestidad y sobre todo la modernización y apertura de la iglesia, porque al fin y al cabo todos somos hijos de Dios.
Cuando Francisco habla, la iglesia tiembla y segundos después se relaja y respira, porque sabe que las palabras del Santo Padre no son otras que las mismas promovidas por Jesús cuando hablaba ante la gente que lo seguía y les decía “amaos los unos a los otros”.
La iglesia, como cualquier organización, ha tenido sus altas y bajas, sus problemas y sus éxitos, pero posiblemente no hay organización más poderosa y más benévola que la iglesia, a pesar de todos los oscuros rincones que habitan en ella.
Cuando el Papa habla, el mundo escucha, porque dice lo que el mundo espera que diga la iglesia. Mensajes de paz, amor y unidad. Un rezo por los pobres y necesitados. Una plegaria para cambiar el corazón de aquellos que han dialogado con el mal.
Es un orgullo recibir al Papa en México. Ojalá que esta visita toque los corazones de muchos mexicanos para que cada día seamos mejores personas, más sencillas y humildes, con un corazón sensible que vea a su prójimo y lo ame como a uno mismo. Espero que en México las cosas caminen por la senda del bien y que la prosperidad llegue a cada familia en cualquier rincón.
Sigue recorriendo el mundo Francisco, ayuda a la humanidad a ser más humana.
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