Por: Enrique Escamilla.
Todas las actividades que realizamos todos los días, tienen una característica indiscutible. Al realizar algo, se toma una decisión. Esta decisión, que puede ser consciente o inconsciente, nos lleva a tomar cierta actividad. Desde levantarnos de la cama hasta volvernos a acostar.

Pero, ¿en base a qué tomo las decisiones? ¿por qué hago algo o dejo de hacerlo? La mayor parte de las actividades que una persona realiza están programadas por información que fue introducida desde el exterior a través de los sentidos. ¿Lo has analizado?
El cerebro es como una computadora que desde el nacimiento de la persona (incluso antes) está recogiendo y almacenando información de todo tipo. Palabras, colores, sabores, sonidos, emociones, todo. Esta información el cerebro la utiliza para poder accionar al ser humano cuando tiene que tomar una decisión. Para entender esto, piensa en un bebé, que observa a otras personas caminar. Después de un tiempo, cuando necesita trasladarse de un lado a otro, su cerebro utiliza la información guardada, en este caso visual, y le dice al cuerpo que intente hacer esa acción aprendida.
Esta maravillosa habilidad, también tiene una situación que no es del todo positiva. Esto se debe a que, tal como una computadora, el cerebro acumula información para utilizarla cuando es necesario, pero ¿qué pasa cuando se tiene enfrente un reto nuevo o más amplio del que alguna vez se tuvo? Imagine que una computadora solo sabe hacer una multiplicación de 2 x 2 =4, pero ahora le pedimos el resultado de 2 + 4. Si esa computadora no ha sido programada para sumar, sino solo para multiplicar, la respuesta será algo así como «error en los datos, revisar que se haya ingresado el factor multiplicar». Aunque el usuario quiera sumar, la computadora quiere multiplicar. Esto es un problema.
El cerebro actúa de la misma manera. Cuando ve una situación desconocida, utiliza la información con la que cuenta para resolver. Es por eso que, por ejemplo, una persona que no hace ejercicio batalla tanto para levantarse un día y decir a partir de hoy voy a hacer ejercicio. Esto se debe a que el cerebro por mucho tiempo a aprendido que no necesita hacer ejercicio para sobrevivir, y también aprendió que cuando hace ejercicio hay cansancio y dolor. El cerebro responde algo así como «datos incorrectos, lo que pide causa cansancio y dolor, permanezca en cama».

Cuando se habla de tener éxito en cualquier campo, ya sea profesional, familiar, social, personal, entre otros, lo primero que encuentras son retos nuevos. Estos retos son para el cerebro una formula mal planteada y buscará llevar a la persona a ámbitos que ya conoce, algo así como «mejor no le muevas, así estas bien».
El verdadero reto para lograr más es vencer al cerebro, dejarle saber que vas a hacer lo que tengas que hacer para lograr esa nueva actividad que te propones. Esto, acompañado de aprendizaje, podrá generar nuevas experiencias que generarán resultados distintos.
Una gran incógnita que el cerebro plantea con frecuencia es «¿y si te equivocas», esto es como el freno de mano de un auto, puede detener cualquier acción. Equivocarse es parte de aprender. No se puede esperar que todo lo que se haga se haga bien a la primera. Un niño no camina sin caerse.
Ante esto, una parte muy importante para poder tener claridad en lo que haces cada día es tener el enfoque adecuado. Reprogramar el cerebro para que actúe de la forma que queremos. El enfoque es saber qué vas a hacer y por qué. Si tienes el enfoque adecuado encontrarás las soluciones necesarias.
Comparte con nosotros, tus ideas hacen La Fuente de Ideas.
Facebook: @lafuentedeideas
Twitter: @escamilla2000

Deja una respuesta